La farmacia del monasterio
Desde la Prehistoria, el hombre ha usado plantas para curar heridas y enfermedades. Esta capacidad de reconocer y emplear las hierbas oficinales prosiguió a través de los milenios hasta el nacimiento de la moderna ciencia farmacéutica en el siglo XVII.
Durante la Edad Media, los remedios medicinales, hasta la introducción de la química, se extraían principalmente de las hierbas que cultivaban en los "jardines de los simples" de los monasterios. Las plantas, que recogían durante el "tiempo balsámico", las secaban para que aumentara su poder de conservación y evitar de esta forma los procesos de fermentación. Para cada tipo de vegetal se seleccionaba la parte más rica de principios activos (raíces, semillas, hojas, cortezas, frutos, etc.) o se conservaba entero.
Tras desmenuzar las hierbas con el mortero, tenían que extraer sus principios activos, que generalmente realizaban con métodos de maceración, la infusión en alcohol o agua, y la destilación, para que se pudieran tomar mediante ingestión o aplicación.
Las preparaciones de uso interno eran infusiones, pócimas, tintura y jarabes, mientras que para uso externos usaban aceites esenciales, cataplasmas, lociones, pomadas y ungüentos.
Entre las hierbas medicinales que se cultivaban y usaban durante la Edad Media, se encuentran la salvia, el romero, el anís verde, la canela, el clavo, la malva, la menta, las amapolas, la ruda, el tomillo, la ortiga y muchas otras (figs. 1-5).
Bibliografia
- U. BECCIANI, La spezieria nel Medioevo, Pistoia 2000.
- M. BISANTI, Le erbe delle nonne. Segreti e Virtù delle piante, Trento 2008.
- A. GAUDIANO, Storia della chimica e della farmacia in Italia dalle più lontane origini ai primi anni del Duemila, Roma 2008.
- F. GHERLI, La regola sanitaria salernitana, Roma 1993.
- P. LANZARA, Guida alle piante medicinali, Verona 1978.