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Las técnicas de asedio

Durante la Edad Media, el nacimiento de los castillos y de los burgos fortificados conllevó la transformación de las operaciones militares en guerras de asedio. Para poder expugnar las fortificaciones, solían echar mano de la antigua arte de la poliorcética.

Los constructores de los castillos prestaban una atención particular a la solidez de los muros y de las torres e intentaban reforzar las puertas de ingreso al máximo porque era el punto débil de la estructura. Alrededor del edificio excavaban fosos y el acceso estaba protegido por un puente levadizo, por un rastrillo y por puertas sólidas. Los adarves sobre los muros estaban protegidos por almenas para que los soldados de guardia pudieran protegerse durante los combates.

Posteriormente, añadieron un parapeto saliente a las almenas que se apoyaba sobre algunas repisas y contaba con matacanes, a través de los cuales tiraban piedras, agua hirviendo o cal viva al enemigo. En muchas fortalezas había torres que sobresalían notablemente de las murallas para poder atacar de forma más eficaz al enemigo que intentara subir por los muros.

La técnica principal de asedio era la de rodear la fortaleza para impedir la entrada de víveres y esperar que el enemigo se rindiera por hambre. Sin embargo, muchos castillos estaban organizados para resistir al aislamiento incluso durante muchos años. Entonces tenían que atacar el edificio intentando superar los "sistemas de seguridad" con acciones determinadas, por ejemplo, con una técnica particularmente eficaz como la de las "minas", que consistía en excavar un túnel para llegar hasta el patio y provocar el derrumbe del mismo por su peso (fig. 1).

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Fig. 1 - I minatori cercano di scalzare la base di un castello (da Gravett 1999, p. 24).

Las máquinas de guerra también eran de mucha utilidad para atacar las murallas. Una de estas armas era el fundíbulo, una de las más potentes porque podía lanzar proyectiles hasta una distancia de 300 m y a una gran altura (figs. 2-3)3. Generalmente, las municiones eran piedras y rocas, aunque algunas veces también lanzaban cabezas humanas e incluso esqueletos de animales infectados con el fin de provocar epidemias.

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Fig. 2 - El fundíbulo (de VIOLLET LE DUC, fig. 2002, pág. 453).
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Fig. 3 - Uso de un fundíbulo delante de un castillo asediado (de GRAVETT 1999, pág. 25).

La balista era parecida al fundíbulo, aunque era un arma más pequeña y potente. Lanzaba proyectiles con gran violencia y con una trayectoria lineal para conseguir el máximo impacto contra los muros (fig. 4).

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Fig. 4 - La balista (de VIOLLET LE DUC 2002, pág. 457).

El ariete era un tronco de madera robusta con una punta reforzada con una cabeza de ariete de hierro para aumentar su potencia. Se enganchaba de forma horizontal a una estructura de soporte y, tras acercarlo a la muralla o a la puerta de entrada que querían forzar, lo oscilaban hasta que chocara con fuerza (fig. 5).

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Fig. 5 - Uso del ariete durante un asedio (de http://www.fromoldbooks.org/).

Subir las murallas con una simple escalera era algo muy difícil y que, además, exponía a los asediadores a golpes mortales por los defensores del castillo. Por lo tanto, construyeron torres de madera portátiles con la mista altura que el castillo que querían atacar. Los soldados, tras haberse acercado a la torre por la muralla, llegaban a la parte alta mediante escaleras internas y con la ayuda de un puente levadizo podían llegar a los muros sin ninguna dificultad.

Los asediadores, para acercarse al castillo sin que los hirieran con flechas o dardos lanzados por los defensores del castillo, quizás para llegar a la base de la muralla o intentar descalzar las piedras, usaban pequeñas empalizadas de madera móviles con unas aspilleras a las que llamaban "pluteos"-

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Fig. 6 - Un pluteo (de GRAVETT 1999, pág. 24).

 

Bibliografia

  • E.E. VIOLLET LE DUC, Encyclopédie Médiévale, tome I, Tours 2002.
  • C. GRAVETT, I castelli medievali, Novara 1999.
  • G. OSTUNI, s.v. Poliorcetica, in Enciclopedia dell' Arte Medievale, IX, 1998, pp. 600-606.
  • U. BADALUCCHI, s.v. trabocco, in Enciclopedia Italiana (1937) http://www.treccani.it/enciclopedia/trabocco_%28Enciclopedia_Italiana%29/
  • M. BORGATTI, s.v. mangano, in Enciclopedia Italiana (1934)
    http://www.treccani.it/enciclopedia/mangano_(Enciclopedia-Italiana)/
  • M. BORGATTI, s.v. ariete, in Enciclopedia Italiana (1929)
    http://www.treccani.it/enciclopedia/ariete_(Enciclopedia-Italiana)/

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