Castillo della Fava
- Edad Media, Siglos XIII-XV d.C.
El Castillo della Fava (fig. 1) se erige sobre la cima de una colina alta de caliza bajo la que se encuentra la localidad de Posada, en la provincia de Nuoro (noreste de Cerdeña). Gracias a su posición elevada, no sólo podía controlar con facilidad la llanura que la rodeaba, sino también la desembocadura del río Posada y una amplia zona de la costa oriental sarda. Por lo tanto, cabe señalar que jugaba un papel estratégico en la defensa del propio territorio porque podía detectar la llegada del enemigo tanto desde el interior como desde la costa. Además, también se encontraba cerca del camino hacia Portu Tibulas-Carales, construido en la era romana para unir Cagliari con la zona de Santa Teresa di Gallura, que pasaba a lo largo de la costa oriental.
Se desconoce la fecha exacta de su construcción, pero ya existía en la segunda mitad del siglo XIII, momento en el que fue mencionado en algunos documentos de la época. Fue construido por expreso deseo de la familia Visconti de Pisa, donde la casa solariega era la residencia principal, justo en el límite entre el juzgado de Gallura, donde pertenecía, y el de Arborea. La fortaleza, protagonista de complejos acontecimientos históricos, fue controlada, de forma alternante, por los soberanos de Gallura y los de Arborea. En 1324 pasó a manos de los catalano-aragoneses y, tras algunos paréntesis temporales durante los cuales volvió bajo el dominio de Arborea, el castillo y la localidad de Posada pasaron bajo control ibérico en el año 1409. Posteriormente, en el 1431, se concedió como feudo a la familia Carroz y lo elevaron al rango de baronía.
Además del castillo, la roca "della Fava" también incluía la localidad fortificada. Probablemente, en un principio, el burgo de Posada se encontraba más hacia el oeste respecto a la fortaleza, en la zona del actual barrio de Santa Caterina. Posteriormente, entre la segunda mitad del siglo XV e inicios del siglo XVI, debido a la guerra entre Arborea y Aragón y más tarde por las incursiones sarracenas, los habitantes se mudaron sobre las laderas de la colina para que la casa solariega les protegiera. A partir de ese momento, la fortaleza de la Fava entró a formar parte del nuevo burgo de Posada.
El castillo estaba rodeado por más de una muralla construidas directamente sobre la roca y caracterizadas por adarve protegidos por almenas, por donde los soldados controlaban el territorio de alrededor y defendían la roca en el caso de un ataque del enemigo. El perímetro más externo, del que quedan pocos restos, incluía una amplia área y contaba con algunas aberturas hacia el mar, útiles para divisar la llegada de embarcaciones enemigas (fig. 2).
A través de una puerta se atravesaba este primer muro y se podía acceder al espacio delimitado por la segunda muralla, más cerca de los muros internos del castillo. Se trata del llamado "antemuro", que protegía a la fortaleza del asalto de las máquinas bélicas como los arietes y los fundíbulos. A través de un pasadizo se atravesaban estos muros y se podía llegar hasta el castillo mediante un sendero que giraba improvisadamente a la derecha, entre el antemuro y los muros más internos. Después del sendero se llegaba delante de la última muralla, la más interna, construida en la cima de la colina (fig. 2). Un portal, precedido por unas escaleras en la roca, permitía acceder a la plaza de armas, un gran espacio en el centro desde el cual aún hoy en día se puede ver la torre de planta cuadrada (fig. 3).
La torre tiene una altura aproximada de 20 metros y está caracterizada por una entrada colocada a un nivel superior respecto al nivel de la plaza de armas. El acceso a la torre (a la cual hoy en día se puede acceder a través de una escalera de hierro) se realizaba mediante una escalera de madera o incluso una cuerda, que podían mover rápidamente para impedir la entrada del enemigo que llegara hasta allí (fig. 4). La torre estaba coronada por almenas, mientras que el espacio interior estaba dividido en tres pisos conectados por empinadas escaleras de madera. Las pequeñas aberturas de las paredes permitían iluminar los ambientes y controlar el territorio.
En la plaza de armas, es decir, en el gran ambiente abierto delimitado por los muros, a la que se asomaba la torre, se realizaban ejercicios militares, se agrupaban las tropas y depositaban las armas. Aquí, en el subsuelo, había tres grandes cisternas que recogían el agua pluvial para garantizar el suministro hídrico en el caso de un asedio prolongado. En la plaza, al lado de los muros, había unas estructuras, probablemente almacenes o establos, de los que quedan pocos restos (fig. 5).
Bibliografia
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- R. CORONEO, Architettura romanica dalla metà del Mille al primo ‘300, Nuoro 1993.
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