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El armamento de las torres

En 1587, el Rey Felipe II de España constituyó la Administración Real de las Torres con el fin de diseñar, realizar y gestionar una red de fortalezas para defender las costas sardas.

La persona encargada de este organismo, con sede en Cagliari, era el virrey, que nombraba al capitán (alcaide), a los artilleros y a los soldados encargados de la defensa de la torre (torreros). Su tarea era la de vigilar el mar constantemente, con el fin de avistar las embarcaciones enemigas y hundirlas con los cañones.

Estas piezas de artillería, que a menudo las llamaban con nombres de animales (falconete, falcón, esmeril, culebrina, basilisco, pasavolante) necesitaban apoyarse sobre un soporte llamado afuste (fig. 1). Dichos soportes estaban realizados en madera y hierro, y contaban con 4 ruedas (las anteriores podían tener un diámetro superior respecto a las posteriores).

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Fig. 1 - Pasavolante del Museo del Ejército de Toledo (foto de Andrea Carloni https://www.flickr.com/photos/andrea_carloni/sets/72157630194436396/).

Entre los siglos XV y XVI, los cañones eran de bronce o hierro, con un tubo liso y cuya carga se hacía desde la boca (avancarga). Los proyectiles eran bolas esféricas de hierro (fig. 2) que se lanzaban gracias a las cargas activadas a través de un orificio (fogón) de la culata. Los calibres (que se expresaban en libras, al igual que el peso de la bola) más comunes en las torres eran los de 8, 6, 4, y 2 libras (un cañón de bronce, con un calibre de 6 libras y media, pesaba aproximadamente 500 kg).

Generalmente, los cañones de las torres estaban caracterizados por un tamaño, un calibre y un peso reducidos. De hecho, no sólo era difícil levantar en la plaza de armas un cañón muy largo y pesado, sino que además no se podía cargar en exceso la cúpula de la torre y, además, el tamaño del cañón debía ser compatible con el estrecho espacio de estas terrazas.

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Fig. 2 - Bolas de cañón de hierro del Museo de Sassari (foto de M.G. Arru).

Generalmente, una torre estaba dotada de lo siguiente: además de los cañones (entre 2 y 4), varias bolas de cañón, algunos barriles con pólvora (la pólvora para los cañones tenía una granulometría mayor respecto a la de las espingardas y la de los fusiles), una espingarda con algunos cientos de bolas, un fusil para cada torrero con algunos cientos de balas (fig. 3) y una veintena de pedernales para los fusiles. Además, también contaban con otras cosas que también les podrían servir: hachas, corquetes, cuerda alquitranada, cubos para el agua, un caldero de cobre con tres patas, una balanza llamada romana y tinajas de terracota.

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Fig. 3 - Espingarda (de https://it.wikipedia.org/wiki/File:Spingarda-01.jpg).

 

Un cañón de 8 libras tenía un alcance promedio de 504 metros y un alcance máximo de 3150 metros. La espingarda de 2 onzas, generalmente montada sobre un caballete, con una onza de pólvora tenía un alcance promedio de 500 metros y un alcance máximo de 2204 metros.

A menudo, algunas torres contaban con bolas de un calibre inferior al de los cañones que tenían, por lo tanto, lo solucionaban envolviendo la bola con trapos.
Los cañones y las espingardas las podían activar mediante una mecha o con una llave de chispa con pedernales, como en los fusiles.

Para alzar los cañones de las torres solían colocar unos calces de madera bajo la culata, con un sistema empírico que comprometía la precisión del tiro.

Bajo las ruedas del cañón, para proteger el suelo de la plaza de armas, solían colocar unas tablas robustas de madera y, tras el disparo, los volvían a preparar para el siguiente disparo mediante la ayuda de unas palancas (fig. 4).

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Fig. 4 - Representación de una torre costera: la plaza de armas (Museo delle torri della Sardegna).

Cada torrero contaba con una pica, un fusil con su relativa bayoneta y también las correspondientes bolas de plomo. En algunos casos, entregaban los fusiles con cartuchos. Para montar y desmontar los cañones sobre afustes, usaban un polipasto.

Además de las bolas de cañón de los correspondientes calibres, las torres también contaban con balas encadenadas incendiarias.

 

Bibliografia

  • M. RASSU, Sentinelle del mare. Le torri della difesa costiera della Sardegna, Dolianova 2005.
  • ASSOCIAZIONE SICUTERAT, Museo delle Torri e dei Castelli della Sardegna. Collezione Mona-gheddu Cannas, Sassari 2003.
  • G. MELE, Torri e cannoni. La difesa costiera in Sardegna nell’età moderna, Sassari 2000.
  • G. MONTALDO, Le torri costiere della Sardegna, Sassari 1992.
  • F. FOIS, Torri spagnole e forti piemontesi in Sardegna, Cagliari 1981.
  • E. PILLOSU, Le torri litoranee in Sardegna, Cagliari, 1957.  

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