La guarnición
La defensa del castillo estaba asegurada por un contingente de personas armadas llamado "guarnición", y que vivía de forma estable en la fortaleza (fig. 1). El número de los componentes de la guarnición no era numeroso e incluso en caso de guerra eran alrededor de decenas y no centenas. Además de la defensa del castillo y sus ocupantes, los soldados debían garantizar la protección de los comerciantes, sobre todo en las zonas más expuestas a los ataques de los bandidos. Su presencia dentro del castillo implicaba también la presencia de ambientes para alojarlos, además de para el establo y para el depósito de armas.
Los caballeros del siglo XII llevaban una larga cota de malla, un almete cónico de hierro y, además, se protegían con un largo escudo con forma de almendra. Posteriormente, en los siglos XIII-XIV, se ponían un abrigo de tela acolchado, una coraza realizada con chapas de metal y un almófar para proteger la cabeza y el cuello, mientras que el almete protegía la cabeza. Estaban armados con espadas y lanzas. La defensa del castillo también preveía la presencia de arqueros que desde lo alto de las murallas, con arcos y ballestas, lanzaban flechas y virotes contra el enemigo.
Los castillos sardos tenían una función principalmente militar, aunque hoy en día no se han esclarecido los mecanismos técnicos mediante los cuales realizaban la defensa. Estas fortalezas se construyeron en las inmediaciones de cruces importantes, fundamentales para el paso de hombres y de mercancía y, por lo tanto, un punto de gran relevancia para el desarrollo económico del territorio de alrededor. Sin embargo, el número de soldados que había en dichos castillos no era muy elevado (un promedio de 10 hombres armados).
De hecho, existía una notable discrepancia entre el número de soldados y el espacio que tenían que defender. Aunque podría decirse que gracias al conocimiento que tenían del territorio y del ambiente, explicaba el número tan reducido de soldados.
¿Los castillos que contenían un número tan reducido de soldados eran en realidad un disuasivo para un posible ataque del enemigo? Desde el punto de vista numérico, no. Pero ninguna invasión puede tener esperanzas de ser duradera si dejan atrás a guarniciones que podrían contraatacar, sobre todo si se hubieran unido tropas procedentes de castillos y fortalezas que formaran parte de un único sistema de defensa.
De hecho, en la Edad Media también existían formas para comunicarse con los aliados que presidían las otras fortalezas, con estafetas, fuegos, espejos y palomas mensajeras y, de esta forma, se ponían de acuerdo sobre los movimientos que querían realizar.
Bibliografia
- J. ARMANGUÈ I HERRERO, Uomini e guerre nella Sardegna medioevale, Cagliari 2007.
- G. FOIS, Appunti su alcune problematiche riguardanti i castelli in Sardegna e nel Giudicato d’Arborea, in V. GRIECO, I catalani e il castelliere sardo, Cagliari 2004, pp. 39-64.
- C. GRAVETT, I castelli medievali, Novara 1999.