El pozo era un elemento fundamental en el interior de los claustros, ya que no sólo usaban el agua para beber, sino también para cocinar, lavarse, cultivar los huertos o crear objetos, como la vajilla (fig. 1).

Fig. 1 - Los restos del claustro y del pozo del monasterio vistos desde lo alto
(foto di Unicity S.p.A.).

En el monasterio de San Nicola, las excavaciones arqueológicas llevado a cabo en el patio han desvelado la existencia de un pozo (figs. 2 y 3) construido en el interior de una roca con varios metros de profundidad. La forma del pozo estaba marcada por algunas losas de piedra y, en el interior, los arqueólogos han encontrado numerosos objetos datados de las últimas fases de vida del monasterio. Cuando el incendió lo destruyó, el pozo, que ya no servía, lo transformaron en una descarga.
Durante las investigaciones arqueológicas no se pudo recuperar la balaustrada de protección (brocal o arquivolta). Sin embargo, quizás el pozo la tuvo para evitar caídas accidentales, pero en realidad también servía de apoyo durante las operaciones de extracción de agua con el cubo, maniobra que pudieron haberla realizado con o sin una polea. Por lo tanto, en la reconstrucción en 3D del lugar, se ha decidido realizar una hipótesis del aspecto del brocal, a pesar de no tener pruebas arqueológicas al respecto (fig. 2).

Fig. 2 - En la imagen de la derecha: la arquivolta del pozo del patio del claustro (foto del Ayuntamiento de Semestene); a la derecha, la reconstrucción hipotética (Unicity S.p.A.).

Fig. 3 - El interior del pozo (foto del ayuntamiento de Semestene).

Se han recuperado numerosos fragmentos óseos con marcas de la matanza, y una gran cantidad de huesos enteros, cabezas y huesos largos que pertenecieron a bovinos adultos, y también huesos de ciervos. De estos animales no sólo se comían la carne, sino que también usaban sus huesos y cuernos para crear los mangos de los puñales y objetos que terminaban con partes de metal.